Una de mis pasiones.. perdón, una de mis aficiones (soy apasionada hacia dentro, sin grandes demostraciones) es la decoración. Me gusta ver imágenes de habitaciones, salones, rincones, porches, en distintas épocas del año. Me reconforta ver fotos, revistas, reportajes relacionados con el hábitat, la decoración, la arquitectura. E imaginarme capaz de trasladar algo de eso a mi propia casa.
Cuando me acerco a esos relatos y esas imágenes, ya sea en formato digital o en formato impreso, retraso el contacto. Es como cuando estoy buscando algo en una tienda y lo veo entre prendas… me hago la despistada, me acerco lentamente, cual pantera (o más bien gato, que hoy estoy de perfil bajo). Con las revistas me pasa lo mismo. Las saboreo antes de abrir sus páginas. Retraso el momento. Es como alargar el placer, cuando ni siquiera ha comenzado todavía. Una especie de ritual que realizo sin casi darme cuenta.
Llega el otoño y los blogs de decoración te lo repiten sin cesar. Cuesta entreverlo en tu vida diaria cuando la temperatura baja difícilmente de los 27 grados centígrados y el sol se deja notar todavía fuerte en tu piel. Pero los blogs así lo afirman. Y las casas en esas fotografías perfectas se llenan de textiles color beige, de pequeños detalles procedentes de la naturaleza, de tonos ocres. Y sus protagonistas nos hablan de las distintas tonalidades en la naturaleza (que puedes ver a través de grandes ventanales).
Al mismo tiempo, las apps de cocina rebosan recetas con calabaza. Y setas. Y frutos rojos. Porque es otoño. Porque toca sentir el confort del hogar, de la manta en el sofá y el fuego en la chimenea. Y es hora de encender el horno.
Hay cierto encanto en determinados libros y temáticas. Esos que te transportan con solo una imagen en la portada o un título sugerente. Esos que te llevan a una cabaña de montaña con cálidas mantas en el sofá y una rugosa alfombra en los pies. A un banco corrido al lado de la enorme mesa de comedor en la que te visualizas con una copa de vino y un mullido suéter de cuello alto (de esos que en tu vida real no te pondrías nunca. Porque te pican).
Y te vienes arriba y te ves compartiendo una cena con los tuyos o con amigos, entre risas, complicidad y bromas. No hay malas caras, no hay rechazos, no hay bulla en esas visualizaciones. Porque esas fotos y esas casas son perfectas.
La cabaña, eso sí, huele al bizcocho o a las galletas que unas horas antes has cocinado o han cocinado lentamente en el horno mientras los más pequeños jugaban a algo en el jardín y tú leías una novela al lado de la ventana que da al porche.
Pasa lo mismo con los libros de recetas. Hay algunos, como el que ilustra este texto, que te transporta a la Italia de hace años, entre fogones y comidas familiares. Donde la pasta compartía mesa con legumbres, carnes y frutas de temporada. Y donde la cocina tenía un ritmo cadencioso al son de las voces graves de las señoras de la casa.
Todas estas imágenes, las que hoy me han inspirado, conectan con la idea de hogar que cada uno tenemos. Nos acercan a una idea que muchas veces es una idealización y tiene poco o nada que ver con la realidad.
Porque el día a día a veces es complejo, porque la buena convivencia muchas veces es esquiva, porque lograr que las apetencias de todos los habitantes de la casa coincidan es francamente complicado.
Hoy ha sido uno de esos días en los que las cosas no fluyen. Un día de mal humor, mala gana y peores caras. Me he sentado delante del ordenador con la intención de dejarme seducir por algunos post de personas a las que sigo. Para leer un rato y evadirme. Ha sido entonces cuando me ha asaltado un post sobre el otoño y sobre la voluntad de lograr un hogar confortable. Y allí me he ido, a soñarme y a visualizarme en otro espacio tiempo.
Porque los estímulos son importantes. Y relativizar los malos humores también.
Feliz principio de otoño.
Me ha encantado Maribel. Yo también me veo reflejada, hago lo mismo, retraso el gran momento de abrir la revista por la página de decoración del salón que me gusta, con esas flores frescas en sus jarrones y la mantita sobre el sofá donde te tumbarías para leer y ver el fuego de la chimenéa. Al igual que ese vestido en la parte central de la tienda, donde das un rodeo como para dejar al final lo que más te ha gustado. Llega el otoño. Disfrutemos de él. Y tu sigue escribiendo y reflejando tus sentimientos y sensaciones, que tanto se parecen a las nuestras. Enhirabuena
Buenos días Isabel, me ha encantado tu texto de hoy porque me veo tan reflejada en ese soñar...en ese idealizar la vida hogareña. Lo mismo me pasa con algunas películas donde las familias disfrutan de una comida tranquila, sin peleas, sin malos rollos y terminan jugando a juegos de mesa en amor y compañía. Esta claro que no todas las familias son iguales y que pretender ser como los de las revistas o las películas es solo un deseo de lo que no tenemos. Habrá que disfrutar de nuestras situaciones y seguir soñando con una taza de café en la mano, un libro y mirar por la ventana a falta de porche. Un abrazo