Hoy mi yo adolescente me ha mirado desde el pasado.
He visto su pelo rizado y rubio, sus ojos curiosos, su sonrisa medio escondida por los complejos. Me ha mirado inquisitiva, preguntándome qué he hecho con su tiempo, si lo he aprovechado como tocaba; si he cumplido alguno de sus sueños.
No fruncía el ceño. No tenía un semblante serio. Solo observaba, como intrigada. Me ha mirado de arriba abajo, haciendo un minucioso examen.
Por un momento he tenido la tentación de excusarme. Me he encogido de hombros y he mirado a los lados como buscando apoyo. Pero ella no estaba molesta.
Hoy me ha encontrado. Me miraba desde una fotografía. Con su peto de pantalón corto y florecillas, con sus zapatillas de deporte y su aspecto informal.
Hoy he visto que era solo una niña cuando ella pensaba que era ya una mujer. Siempre pareció más mayor de lo que indicaba su edad.
Hoy he reconocido esa manera huidiza de relacionarse, ese miedo a no cumplir expectativas, esa huida hacia delante. Buscando soluciones, aprendiendo.
Hemos hablado un rato. Le he contado qué había sido de alguno de sus sueños. Le he explicado cómo había conseguido parte de algún otro. También hemos hablado sobre los giros que da la vida, de cómo te encuentras surfeando de pronto situaciones en las que no habías pensado.
Y me ha escuchado atenta al compartir cómo cosas que nunca habían sido prioritarias para ella, habían pasado a ocupar una parte importante de mi vida.
Me ha mirado a los ojos y nos hemos reconocido. Y he recordado de pronto alguna que otra inseguridad ya superada que le hacía tambalearse. Y me he sorprendido de su timidez. Y de su fuerza y valor al mismo tiempo.
Hoy nos hemos encontrado y nos hemos dado un abrazo. De esos que se dan con alguien a quien no has visto en años.
Y nos hemos reconciliado.
La dejé sola. Con sus retos y sus miedos. Con ese pavor a molestar. Con ese mundo interior. Con sus ilusiones y sus sueños. Pero también con la capacidad de superarse cada día. Y de crecer y de evolucionar.
Y ahora esa adolescente soy yo. Sin pantalón corto, con más capas, y con casi casi la misma mirada.
PD. Consultar fotos antiguas siempre emociona. Y cómo sorprende el paso del tiempo. Es algo que nunca falla.
Buenos días. Visitarnos de vez en cuando es un ejercicio muy sano y sobretodo valiente, porque siempre esperaremos escuchar reproches de lo no logrado o de las promesas olvidadas. Quizás explicando a nuestro yo el por qué de esos cambios, de las circunstancias que hubo que capear, y contarle todo aquello que nunca imaginó lograr y ahora ha conseguido nos traiga tranquilidad con uno mismo e incluso le arranquemos a la foto una sonrisa de quien descubre algo nuevo y bueno en su vida de repente. Buen Domingo.
Wow! No leí este texto. Me has emocionado. Mucho.