Sigo en mi túnel particular. Llevo días intentando pensar sobre qué escribir. Los pensamientos saltan en mi cabeza cual saltamontes y soy incapaz de conservar una idea mínimamente coherente. Y es que, como ya dije, la inspiración no se fuerza.
He estado pensando en lo que comparten las personas a las que sigo. Es enormemente variada la oferta de contenidos en plataformas como esta. Yo os animo a curiosear, porque hay muchas personas especiales que tienen algo que vale la pena compartir.
En mi caso sigo a personas y temas variados. Decoración, coaching, literatura, maternidad, salud… me atraen las emociones, los escritos que te atrapan. Admito que me cautivan aquellos que rezuman cierta melancolía, como los de
o el (mi primera incursión en substack). Luego están, por supuesto, los Tres minutos de Sol Aguirre, con mucha verdad, muy buenos consejos y mucha sensatez.Admito que me atraen la nostalgia y la melancolía. Escritos que me mecen, que me arrullan, que conectan con una parte de mí. Esa que intento despertar cuando la avalancha de deberes me tapona el cerebro y las más sencillas tareas se vuelven imposibles.
Hay un elemento común en muchos de los escritos que hablan de emociones en estas plataformas. Y es que estamos todos algo heridos. Como si nuestra sensibilidad no hubiera encontrado su sitio, como si necesitara una vía de escape para mostrar su cara real. Como si no hubiera lugar en el escenario que tenemos montado para mostrar flaquezas y hablar con sinceridad.
Hay personas que rezuman cultura, conocimiento. Mi voz crítica se pregunta qué sé yo, qué conocimiento tengo que compartir, qué enseñanzas puedo divulgar.
Pocas.
Muchas.
Ninguna.
Supongo que en un momento dado pensé que mi sensibilidad tenía algo que expresar, que llevaba toda la vida escondida y que en esta era de múltiples fuentes, focos y voces, la mía podía dejar de ser invisible, o mejor, inaudible para algunas personas. Solo quizás en estas líneas. Solo a través de esta pantalla. Solo por esta vez.
Y es que creo que tenemos la obligación de ir dando pequeños pasos para encaminarnos hacia la vida que queremos. Creo que para la mayoría de las personas es más fácil echar la culpa a las circunstancias, a la vida, a los demás.. (malotes todos) que no nos dejan hacer lo que realmente queremos. Pero tenemos el enorme poder de ir dando pasos para lograr ser más felices. Pequeños detalles, pequeños amarres que nos den felicidad, que nos hacen sentir mejor.
Porque si no cambias nada, nada cambia.
Porque si no mueves ficha, tal vez pierdas la partida.
A veces es necesario pararte un momento y analizar. Y empezar a despojarte de una serie de mantras que hemos repetido hasta la saciedad. Mantras que no nos ayudan, que nos inmovilizan, que no nos dejan avanzar. Porque tenemos derecho a soñar, a querer cambiar, a ser personas distintas a las que nos contaron que somos. A quitarnos la coraza y mostrarnos un poco más tal cual somos.
O no. Tal vez estemos muy a gusto en nuestra piel. Disfrutémoslo en este caso. Seamos conscientes y celebrémoslo.
Bueno, qué ilusión salir aquí. Y cómo entiendo todo lo que dices ☺️.