He pasado unas semanas ausente, dispersa, medio de mal humor.
Dicen que para implementar un hábito debes practicarlo durante 21 días. Veintiún días de practicar eso que quieres que se convierta en una nueva rutina.
Yo diría que ni siquiera esos 21 días son suficientes. Qué fácil es desviarse del camino y volver a hacer lo que no necesitas, lo que no te aporta, lo que te hace sentir regular. Qué sencillo nos resulta olvidarnos de esos pequeños detalles que nos hacen sentir bien. Y qué torpes podemos llegar a ser para no pelear a muerte por no olvidarnos.
He identificado que hacer cosas para los demás sin tener en cuenta lo que yo necesito me aliena, me estresa, me quema. Algo así como convertirte en un instrumento para que los demás estén contentos, felices. Algo así como ir apagando tu luz para que brille la de los demás. Supongo que la cantidad importa. Un poco está bien, un poco es pasable. Pero mucho, como todo en esta vida, cansa.
No sé por qué nos cuesta tan poco olvidarnos de nosotros mismos, volver a las andadas, ir tornándonos invisibles. Ese en otro momento, ese no importa, da igual. Ese sentir que te vas dejando de lado. Esa ausencia de un y tú cómo estás.
Ayer escuché algo sobre un estudio que aconseja no estar enfadado con alguien importante para ti durante mucho tiempo por los efectos negativos que tiene incluso en nuestra salud.
Tal vez eso ha influido. Y la ausencia de risa. Y el exceso de deberías. Y el listado de quehaceres que se empeña en crecer. Recomiendan aferrarte a esos nuevos hábitos cuando el estrés aparece y los buenos propósitos zozobran. Qué fácil me parece decirlo y qué complicado llevarlo a cabo. Como esa otra frase, poderosa como ninguna, de no eres tus emociones. Fantástico. Qué bueno alejarse, distanciarse, dejar las emociones pasar. Y sobre todo, tener la lucidez de hacerlo en el momento correcto.
Creo que hacerte mayor chirría cada vez más con hacer cosas que realmente no quieres hacer. Algo suena mal, algo no encaja. Creo que por eso las personas mayores (más mayores, quiero decir), no invierten tiempo en fingir o hacer cosas que no quieren.
Hacer cosas que no van contigo es como atesorar regalos y objetos que nunca te gustaron y tenerlos a la vista. Algo así como recordarte que lo que tú quieres no es lo importante.
Y eso cansa.
Y eso hastía.
Y eso cabrea.
Que ese cabreo, si es que lo has sentido, nos sirva de toque de atención para volver a la senda, para fijarnos en todas esas pequeñas cosas que nos hacen sentir bien. Para llenar la vida de nosotras, como dice Sol Aguirre. Aunque sea con los detalles más tontos, como un sencillo ratito solo para ti.

PD. Suelo esconder los momentos rarunos. Es algo así como ocultarlos detrás del sofá. Primitivo, lo sé. Pero no está de más intentar sacar algo positivo de esas temporadas algo más grises o en las que sentimos que vamos dando tumbos, como los guijarros en la orilla de la playa. O las bolas de los escarabajos peloteros, una imagen bastante menos idílica.
PD2. El verano ha llegado para quedarse. Y aunque olfateo ya ese momento vacaciones y siento ya un ligero cosquilleo en el cuerpo, me cuesta soltar. Veo a mi alrededor que las personas a las que sigo se toman vacaciones de escritura. Yo también lo haré. Seguramente. Pero no todavía.
Que disfrutes la semana.
PD3. Últimamente me repito un mantra: la vida fácil. No nos compliquemos más de lo necesario. No hace falta.
A veces estamos tan presentes que nos volvemos invisibles. Siempre estamos, pero normalmente es para otros, no para nosotras mismas, somos invisibles entonces para otros y para nosotras mismas. Qué importante darse cuenta y empezar a tomar acción. Me encanta leerte,
Dentro de toda la tristeza que denota el texto me ha parecido precioso y muy real y sobre todo te hace pensar en qué es lo que uno quiere realmente. Gracias por este trocito de verdad ♥️