De un tiempo a esta parte la vida no es tan sencilla. O nos falta o nos sobra algo. No estamos conformes. Algo que buscar, algo que lograr, algo que dejar, algo que no encaja. La calma es esquiva. La satisfacción, una quimera.
A veces parece que queramos una vida que no es vida, una existencia que es una película en la que somos testigos de dolores ajenos, tragedias de otros, alegrías también de los de alrededor. Que no nos toque demasiado. Que no nos dejen, que no nos quieran en exceso, que no sintamos más de lo necesario. Que no nos afecte.
Queremos sentir pero a distancia, mantener el contacto pero sin vernos, querer a lo bestia pero sin mancharnos, disfrutar a lo bruto pero sin cansarnos, soñar sin medida pero con línea de vida. Vida sin dolor, sin sufrimiento. Vida sin compromiso, sin ataduras. La vida sin.
Sin preocupaciones, sin responsabilidades,
sin decepciones, sin errores, sin fracasos, sin arrepentimientos.
Sin conflictos, sin malos rollos, sin problemas.
Como en una serie de Netflix que observamos mientras comemos palomitas. La vida real sucede delante de nuestros ojos sin percibirla a veces. Sin soportarla en ocasiones, sin disfrutarla otras.
Tal vez tengamos miedo. A sufrir, a mostrarnos vulnerables, a hacer daño y a que nos hieran. MIEDO. En grande. Cuánto frena una palabra tan pequeña. Miedo que paraliza, que magnifica obstáculos, que nos detiene y nos hace dudar. Miedo que nos enseña una versión de nosotras mismas y de los demás que no suele ser real. Miedo que protege y malcría.
Contra el miedo, la acción. El mejor antídoto.
Contra la parálisis, un pequeño paso, aunque sea diminuto.
Contra la tarifa plana de emociones, la realidad. Tan brusca, tan brutal, tan viva que cuando se presenta a lo bestia, con sus giros de guion, duele.
Tanto tanto que puede incluso matar de dolor.
También de amor.
Y de ternura.
Nos atraviesa. Y la miramos con cara de sorpresa. Porque ya no guardamos la distancia de seguridad. Ya no somos meros espectadores. Estamos vivos. Nos arrastra, nos obliga a surfear. Y a cambiar el guion con ella. A adaptarnos de nuevo.
La vida misma. Esa que a veces juguetea y nos muestra que puede traer la felicidad absoluta y la desdicha más profunda.
Me pregunto si la vida sería antes diferente.
Me pregunto si hemos ido capando y tapando emociones.
Si somos más cobardes.
Si a fuerza de no querer sufrir, nos estamos perdiendo algo.
Pd. Este mes de febrero estoy participando en un reto fotográfico impulsado por
. Una experiencia interesante de la que os hablaré en breve.Feliz semana.
¿Y si viviéramos tantas vidas a través de pantallas y estímulos que no nos quedan ganas para vivir la nuestra?
Estamos narcotizados, no es que no queramos, es que hemos dejado de saber vivir...
Y aquí me quedo rondando....😵💫
“La vida real sucede frente a nuestros ojos sin percibirla a veces”, me encanta esta frase. Y pasa demasiado que el dolor nos tumba, pero lo que en realidad debería hacer es enseñarnos a vivir.
Un abrazo!