La vida se mueve.
Y lo hace de forma constante.
Dicen que los trenes en forma de oportunidades pasan solo una vez en la vida. Yo creo que lo hacen muy a menudo. No el mismo; no pasa dos veces, pero siguen apareciendo.
Lo que ocurre es que en muchas ocasiones estamos mirando para otro lado. Lo que pasa es que muchas veces tenemos puesto el foco en otros lugares. Y los dejamos pasar. O, más bien, ni los vemos venir. Centramos nuestra atención en pequeños detalles que rumia nuestra mente mientras perdemos la oportunidad de vislumbrar pequeños cambios que la vida nos ofrece día tras día.
No es que sean necesariamente las oportunidades de nuestra vida. Pero sí pueden representar la posibilidad de pequeños cambios, de nuevas tonalidades en la paleta de colores de nuestra existencia. Porque la vida no tiene por qué ser necesariamente del color que hemos elegido hasta el momento.
Tenemos la posibilidad de cambiar, de equivocarnos, de acertar, de volverlo a intentar.
Esas nuevas pinceladas aparecen en forma de una idea que alguien te comenta, a través de un conocido que tiene una amiga que a su vez mantiene una relación con alguien, como una cadena sin fin, que te lleva a un nuevo círculo social. Una idea escuchada en un podcast, la experiencia compartida de alguien que te inspira, una historia que te da la motivación para tomar impulso.
Nuevas oportunidades. Un curso, otro aprendizaje, una iniciativa diferente. Una etapa nueva, en definitiva, que te haga sentir cosas distintas, que se alinee mejor con lo que sientes o con lo que quiere tu yo de ahora.
La vida está en constante movimiento, como un caleidoscopio gigante que gira a nuestro alrededor. Solo que no distinguimos los reflejos de sus diminutos cristales si no estamos atentos.
La vida se mueve. Infinita.
Podemos subirnos a ella en diferentes direcciones. No hay una sola. Hay varias. Si estamos atentos, si nos centramos en lo que deseamos, si conectamos con lo que queremos, seremos capaces de ver su desplazamiento, de observar cómo se abre y se cierra. Y deja pasar la luz. Y nos ofrece nuevas salidas, nuevas paradas en las que subirnos de nuevo y deslizarnos hacia lo que queremos.
En lugar de prestar atención, pasamos gran parte de nuestro tiempo dando vueltas sobre nosotros mismos. Cual peonzas que no tienen tiempo ni capacidad de ver lo que ocurre a su alrededor.
Abramos los ojos, la atención, el corazón. Abrámonos a la posibilidad de mantenernos también en movimiento y surfear. Imparables.
Gracias por leerme.
PD: Si eres nuevo o nueva por aquí y quieres consultar alguna carta anterior, puedes hacerlo en https://isasob.substack.com
Muy inspirador porque es cierto pero no nos damos cuenta la mayoría de las veces. La vida se mueve, tiene varias direcciones, cambia con pequeñas cosas (ideas, conversaciones, etc). Por eso ¡hay que vivirla! Gracias por tu escrito.
Maravilla. Inspirador. Gracias Isabel