Cosquillas en la barriga, presión en el pecho, sonrisa en la mirada… ganas. No sabes de qué exactamente. De crear, de sentir, de salir, de volar, de emocionarte.
Hay momentos en que buscamos el pellizco. Eso que nos saque del marasmo emocional, de la rutina, de la vaguedad, de la masa gris y atemporal.
Salir para experimentar, para reír. Fuerte, alto. Para abrazar apretado. Para dar la mano y sentir su piel. Para conversar y saber más de la otra persona, de sus sueños, de sus aspiraciones, de lo que persigue.
Qué bonito es el comienzo de las relaciones. Cuando tienes hambre del otro. Cuando no importa el sueño, cuando la curiosidad invade todo lo demás. Y las ganas. Y ese cosquilleo en el cuerpo.
Sentimos algo parecido cuando tenemos un plan. Cuando la ilusión se cuela por una rendija. No hace falta que sea un plan súper. O, mejor dicho, es superplán porque te hace ilusión, porque te remueve las palomillas del estómago…
Dicen que para sentirse jóvenes hay que mantener las ganas de aprender, cultivar la curiosidad, mantener activa la mente, no tanto con sudokus sino con cosas que nos estimulen, que nos muevan, que nos levanten del asiento, que nos ilusionen.
Cuántas veces encontramos a personas que han perdido el interés, que no saben qué les motiva. Que han pasado tanto tiempo pensando en el resultado que no se dan cuenta de que el disfrute estaba en los pasos previos. En el proceso. Como los viajes, que empiezas a vivirlos en el momento exacto en que aparece la iniciativa entre tus planes. Y parece que termina cuando vuelves a casa y miras las fotos.
Y en ese perderse, se les va un poco la vida.
Me intriga nuestra concepción del tiempo. Cómo lo percibimos dependiendo de nuestra edad, de nuestra expectativa, del momento personal que vivimos.
Hace unos días vi un video de una señora en Instagram. Pelo cano, gafas de pasta, media melena, delgada, estilosa, mayor, muy mayor, aunque con una actitud juvenil. Por su aspecto podría ser francesa. A la pregunta sobre sus años, ella contesta que no le queda mucho tiempo de habitar esta tierra. Y esa es su motivación para llenar de cosas bonitas lo que queda de ella.
Asumimos sin pestañear que a la gente mayor, o más bien anciana en términos cronológicos, le queda menos tiempo. Que se deslizan por una carretera que se inclina poco a poco e irremediablemente, haciendo que el tiempo corra más deprisa incluso. Que sus motivaciones son diferentes a las nuestras, que ya han vivido, que ya han entrado en una fase diferente.
Lo que no nos entra en la cabeza es pensar que un giro del destino puede provocar que tú, que eres más joven, más sana, más lozana que esa señora, tal vez te vayas antes. Es como una vuelta de guion que no concebimos, como si ante nosotros se desplegara un largo camino de baldosas amarillas dibujado en el suelo; como si tuviéramos garantizada una longeva existencia. Y sabemos racionalmente que no es así, pero no podemos evitar comportarnos como si siempre hubiera la posibilidad de «otro día» o un «ya lo haré».
Si nos paramos unos minutos a pensarlo seriamente, nos explota la cabeza. Inténtalo. Compárate con una persona muy mayor que conozcas.
Incapaces de sostener la incomodidad de pensar en la muerte, pasamos palabra y seguimos con nuestra rutina. Seguimos postergando, continuamos trazando planes en nuestra cabeza para un después. Como si tuviéramos una segunda oportunidad.
Y es humano. Pero quizás estaría bien pasar a la acción. Ser conscientes de lo que nos mueve, de lo que nos hace ilusión, de esas pequeñas piezas que hacen que nuestra vida sea más luminosa y empezar a coleccionarlas.
Pensando en un después, sí, pero disfrutándolas ya.
En este presente que sí es nuestro. En este aquí y ahora.
cosquillas en en el alma, en el corazón y el cuerpo . Que Belleza de texto, me dejo motivada e inspirada. Gracias Isabel.
Muy buen post y reflexiones. A mí me llama la atención lo tozudos que somos con seguir haciendo lo que hacemos con nuestra rutina conocida. Por mucho que reflexionemos de forma teórica sobre lo diferente que sería nuestra vida si supiéramos que nos quedaba un tiempo determinado en este mundo....seguimos con nuestras inercias y excusas para que nada cambie, confiando como dices en que tendremos tiempo más adelante para hacer esos cambios...