Cuando te planteas la maternidad tu cerebro evoca un montón de vivencias y situaciones que desaparecen de un plumazo en cuanto lo consigues.
Tu piso, antes símbolo del ansiado minimalismo, se convierte en un trastero de juguetes, cachivaches, muebles, carros y demás artillería.
Tu bañera, antes lista para un baño de espuma que nunca llegó por la sequía, te saluda sepultada por muñecos de goma. Tu tendedero, antes visitado en días alternos, se convierte en un concurrido lugar de prendas enanas que lavas sin descanso.
Tu interés por la ropa y la decoración se transforma y ya solo entras en tiendas con motivos infantiles.
La experiencia es tan intensa que vas superando etapas sin ser demasiado consciente o sin poder retener en tu memoria detalles y fechas concretas.
La cosa empeora cuando tienes más de un hijo. Confundes sus nombres, les llamas por el nombre del perro - esto tiene una explicación científica que alivia un poco la culpa-, mezclas anécdotas y vivencias.
Y no es por falta de interés. Es que no damos para más.
Y te diluyes. Y desapareces bastante.
Y van creciendo. Y tú con ellas. Aunque te veas más o menos bien. Son el espejo que te va mostrando el paso del tiempo.
Y los pololos y pañales pasan a mejor vida. Y surgen camisetas, vaqueros, faldas, diademas, mientras juegas al Tetris de las extraescolares y las vacaciones de verano.
Y llega un día en que no te reciben en el cole con el entusiasmo de siempre, en que empiezan a mostrar su carácter.
Hace unas semanas, tras hablar con una amiga de sus hijas adolescentes, me vino a la mente la figura de los Barbapapás, ¿os acordáis? Aquellos dibujos franceses de formas curvas y vivos colores.
Mamá y papá como Barbamamá y Barbapapá, una especie de saco sinuoso que se va moldeando conforme sus hijos van evolucionando. Mamás y papás como personas que van adaptándose a cada una de las fases del proceso de la crianza. Mamás que se anulan en unas fases, que se reivindican en otras. Mamás que pierden aristas y van configurando su figura y sus perfiles al son de su prole.
Creo que la figura de la madre y el padre exige un sacrificio que muchas personas no somos capaces de ver. Un papel exigente abocado al fracaso. Entiéndeme… porque hagas lo que hagas siempre habrá cosas que podías haber hecho de otra manera. Mejor. O simplemente diferente.
Me pregunto si una vez pasadas las fases hasta la edad adulta, volveremos a recuperar nuestra figura, nuestro ser. O ya seremos Barbamamá y Barbapapá para siempre.
Y llega junio, con su final de curso, con la posibilidad de cambios. Como escribía mi amigo Pere el otro día, junio es sinónimo de final, de cambio, de principio, de hacer balance.
Junio es un mes intenso. Para mí es como un tsunami. De retomar obligaciones, de comidas desentrenadas, de compartir tiempo de teletrabajo hasta que vayan a la escuela de verano, de cumpleaños con amigos, con familia.. Junio es el mes en que intentas diseñar el resto del verano.
Junio, con sus festivales de piano, de aerobic, de teatro…. Junio incansable, junio festivo. El mes que da paso a un largo periodo de convivencia que pone a prueba las paciencias más férreas.
Toca cambiar el chip y aprovechar lo bueno. Que también lo hay. Y mucho. (Pero la paciencia, que no nos falte).
Volverás a tener tu espacio, tu momento, tus pequeños ratos y cuidados. Claro que cuando vayan creciendo. Aunque siempre serán tu prioridad, como el pedazo mas grande para ellas.
Y sí, junio es momento de cerrar, de celebrar, de cambiar, y mover fichas. Ánimo y disfruta del momento 💋💋
Para mí junio y las primeras semanas de julio son pesadilla. Supervivencia extrema!!
Encima siempre me pilla con pico de trabajo!
En fin… es la guerra! 🤣 Luego la echaremos de menos Isabel, como esos carros que teníamos por medio del salón…