Hace un par de días me crucé con un hombre que llevaba unos panes bajo el brazo en una bolsa de papel. Instintivamente mi mente evocó imágenes de Bretaña, por esa imagen mental en la que asociamos irremediablemente a los franceses con una baguette, y me detuve a pensar en esos pequeños detalles que hacen que un día cualquiera sea más festivo.
Cuando era pequeña, nos llevábamos el almuerzo al colegio. Bocadillos principalmente. Recuerdo con claridad que una vez a la semana mis padres nos dejaban comprarnos una caracola en el horno de la esquina.
Aún recuerdo el peso de la puerta de cristal con su gran pomo de madera de forma rectangular. La empujábamos con el cuerpo, mochila a la espalda. Recuerdo el sonido del móvil colgando del techo y los dos mostradores: uno para pasteles, luminoso y brillante, tentador como una promesa; otro para el despacho de pan.
Recuerdo el gusanillo ante la posibilidad de comprarnos algo que normalmente estaba vetado. Las caracolas estaban bañadas con chocolate, muy fino, con unas líneas blancas que surcaban sinuosas parte de la superficie. Solo ese recuerdo despierta en mi cara una sonrisa. Aún puedo sentir la emoción al abrir el envoltorio de papel blanco.
Los sábados también tenían su excepción. Bajábamos a la bodega - aún existe - de la calle Santander con un casco de botella retornable y comprábamos una Coca Cola de litro. El hecho de beber ese refresco marcaba la festividad. Y algunos domingos, bajábamos al horno de la esquina - el de la puerta de cristal - a comprar una bandeja de pasteles. Para mí siempre el mismo.
Otros domingos, en otra época, íbamos a comprar a un cocedero de marisco que pusieron cerca de nuestro barrio. Recuerdo el olor mientras paseábamos entre los mostradores. Pero sobre todo, esa sensación de fiesta, de excepción, de hacer algo juntos.
En ocasiones, la fiesta tenía sabor a horchata. Para ir desde Valencia a Llíria, donde pasábamos los fines de semana y los veranos, no había autovía en aquellos años. De vuelta a casa podíamos tardar hasta 3 horas para recorrer 30 kilómetros; en una caravana de coches interminable que me hacía preguntarme insistentemente quién sería el primero de la fila, qué coche sería el responsable de semejante atasco y cómo se sentiría.
Hacíamos el trayecto escuchando el Carrusel Deportivo en un Seat 124, con esas mantas de rayas trenzadas que cubrían los asientos y ese olor a coche que todavía detesto. Mi padre se debía de apiadar de nosotros y antes de emprender la marcha hacia Valencia se desviaba para comprar unos polos de horchata en el pueblo.
Años más tarde, cuando vivía sola, las visitas al mercado los sábados por la mañana, la compra de margaritas blancas o amarillas y el cocinar algún plato diferente, solo para mí, rompían la rutina de cuajo y me llenaban de la energía de un día de sol y luz brillante.
Recuerdo esos sábados con una sonrisa. Con la sensación de una calma feliz, llena de pequeñas cosas que me hacían sentir bien. Seguramente hubo muchos sábados malos pero, sinceramente, mi cerebro los ha eliminado. No los recuerdo.
Esas rutinas de la infancia se fueron perdiendo. O fueron cambiando al mismo ritmo que las carreteras comarcales daban paso a las autovías. Cambiamos el 124 por un Sierra y después por otros... Nos fuimos haciendo mayores. Ya no se retornaban los envases. Cerraron el horno, con su mostrador lleno de promesas.
Aún recuerdo con exactitud el sabor de mi pastel preferido.
Pd. A veces solo un pequeño detalle puede cambiar la energía de un día y no cuesta demasiado. Vale la pena estar atenta y detectar esos pequeños gestos que nos hacen sentir diferentes y especiales.
Pd1. Hoy es el Día de la Madre. Felicidades a todas las mamás que estáis por aquí. Feliz día y feliz semana. Y que recibamos la sabiduría y paciencia necesarias para semejante aventura.
A veces me obligo a pasar los días con cierta austeridad, sólo para que el capricho que se me antoje sepa un poco a excepcional y se vuelva emocionante. Me ha encantado el texto 🩷🤞
Felicidades Isabel!! Ayer fue un día ajetreado y eso que aquí en BA no se celebra el día de la madre. Pero yo sigo con las fechas de España 🤣.
Me ha gustado mucho leerte. Recordar parte de la infancia. Qué hermosos esos recuerdos. Nosotras íbamos en un Montego (uy ya dudo, pero creo que si) y poníamos Fórmula 5 🤣🤣🤣 y cantábamos con mis padres o Manolo Escobar ☺️☺️ qué risa.
Gracias por traernos a la memorias esos momentos inolvidables de cuando éramos niños.
Un abrazo