Nuestro viaje comienza de noche. Cosquilleo en el estómago, pensamientos un tanto apocalípticos en la mente, cabeza repleta de logística, ropas, organización... Con ese repiqueteo que te recuerda todas las posibles cosas que has olvidado.
La noche se desliza ante nosotros, como un manto fresco, como la oportunidad de viajar con menos tráfico, con menos riñas, con los sonidos que acompañan al sueño en la parte trasera del coche, con un horizonte algo más calmado.
La carretera me da miedo y me atrae al mismo tiempo. Testigo y compañera de otros viajes. El anochecer nos acoge. El azul da paso a los distintos tonos de naranja, el calor se atenúa. Las luces cambian, el ritmo se calma. Y nosotros con él.
Los faros iluminan el lienzo negro con puntos blancos y rojos. Las estaciones de servicio rompen la monotonía del paisaje. Mientras, las niñas duermen. Nosotros hablamos a ratos, pensamos otro rato. Yo miro el paisaje oscuro.
Adivino árboles aquí y allá, pueblos iluminados en la oscuridad, animales escondidos tal vez. Paradas para estirar las piernas e ir al lavabo. Caras compartidas de sueño en las estaciones de servicio. Olor a café.
La noche es como un paréntesis. Como el espacio que separa nuestra casa del lugar al que nos dirigimos. Un espacio / tiempo mullido que nos invita a soñar, a situarnos en la excepción, la fiesta, el disfrute. Como ese tiempo que necesitamos para cambiar el trabajo y la prisa por el descanso.
Qué importante el paréntesis, qué necesario preparar el cuerpo y la mente para lo que viene. Romper la rutina, cambiar el ritmo, alinear energías.
Cuando viajas eres consciente de pronto de lo mucho que lo necesitabas. De la importancia de ese hilo que de pronto te eleva y te hace crecer. De esa mirada nueva, de ese aire diferente, de esa sonrisa que sin darte cuenta es más accesible.
No siempre salen las cosas como esperas pero ese instante, ese inicio marca el comienzo de todo.
Ese justo momento da paso a todo lo demás.
Es promesa, es expectativa, es ilusión.
Es cosquilleo en el estómago, presión en el pecho, brillo en la mirada.
Es eso y mucho más.
Pd. Intuyo que el cuerpo me manda señales. Olfatea la llegada del buen tiempo, lo asocia a planes, a escapadas. Creo que me pide viaje.
¿También os pasa?
Sí, también me pasa.
El placer, y a veces, necesidad de renovar la mirada contemplando paisajes nuevos 🤗