Andrea atraviesa el salón. Unos haces de luz dorada iluminan el parqué. Se sienta en el sillón orejero y observa su entorno. Un cuadro que apenas reconoce, una figura que alguien de la familia le regaló en una fiesta, ese desconchado en el rodapié que siempre quiere arreglar.
Las motas de polvo parecen levitar al son de la luz del atardecer. Se pregunta por qué los objetos están dispuestos en ese orden; en qué momento decidió convivir con una serie de elementos que ya no le dicen demasiado.
Si alguien entrara en este piso, en esta estancia, ¿vería algo de mí? —se pregunta.
Y es que nos acostumbramos a determinadas vistas que la rutina hace casi invisibles. Hay objetos, trastos, fealdad, que nos acompañan impasibles, silbando hacia otro lado, con esa pátina que da el tiempo. Objetos desapasionados, indiferentes. Ruido visual.
A veces tengo arrebatos de limpieza y de arreglos. Me aburro de ver siempre el mismo detalle feo, el mismo montón de trastos, los mismos cuadros semi escondidos en un rincón. Están ahí y dejas de verlos. Dejamos de prestar atención. Pero no por ello desaparecen.
Creo que es bueno activar tu mente, tu sentido crítico, abrazar tu yo, lo que tú quieres, para deshacerte de todo aquello que no te aporta. Te aportó quizás en un momento, tal vez formó parte de ti. Pero ese YO ya no eres TÚ. O quizás forman parte de un ya lo haré en otro momento.
Con los objetos pasa lo mismo que con el resto de elementos de nuestra vida. Que nos acostumbramos. Aunque no nos guste, aunque no nos llene, aunque nos repatee. A veces por inacción, a veces por no saber cómo actuar y otras, simplemente, por pura costumbre. Y por ello, he empezado a pensar en cosas que tal vez deberíamos agitar.
Desengánchate de conversar con alguien que mira el móvil en lugar de mirarte a los ojos.
Deshabitúate de dar por buena la conversación con un médico que no te atiende y no te escucha.
Desacostumbra a tu cuerpo a aceptar ese dolor mezquino y repetitivo como algo inevitable. Ponte en movimiento. Haz algo para estar mejor.
Aléjate de esa amiga o ese amigo que solo acude a ti cuando quiere algo y ni siquiera se interesa por cómo estás.
Desacostúmbrate a aceptar que tu pareja es como un compañero de piso, que no forma equipo contigo, que es distante, que ni siquiera te ve.
Deshazte de todo aquello que no te aporta, que no te dice nada, que ya no va contigo.
Desacostumbra a tus ojos a ese montón de ropa en la banqueta, a ese armario mal organizado, a ese cajón del baño que es como la cueva de Alí Babá.
Tira esa maceta con una planta muerta desde hace semanas en el balcón. Ya no te sirve.
Desacostumbra a tus ojos a aceptar ese apaño a medio hacer. Ponte manos a la obra y arréglalo de una vez.
Deshazte de esas cosas con las que convives a pesar de no quererlas.
Olvídate de regresar a ese sitio en el que te han atendido tan mal. Hay mil más.
Desacostúmbrate a la ausencia de belleza.
Porque te mereces rodearte de cosas, personas y vivencias que te hagan sentir bien.
No puedes haberlo dicho mejor. me siento muy identificada. Y ese decálogo es oro! Me encanta Isabel!
Cuanta razón tienes Isabel!!!
Vamos acumulando cosas, personas y lugares que en fin…tarea para todos! 😅🙏🏻