El mes de febrero ha empezado con un reto fotográfico de autorretratos. Me gustan la fotografía y los retos. Miro con cierta envidia a esas personas que tienen la habilidad de retratar la vida con gusto, que son capaces de captar momentos y congelarlos para que los podamos disfrutar. Incluso aquellos que pueden parecer feos o anodinos. Y nos muestran imágenes que son como pequeños cuadros.
Como he dicho, me gustan los retos y la fotografía pero el autorretrato nunca ha entrado en mis planes. Por vergüenza, por pudor, por miedo a VERME, en mayúsculas. Es como si la fotografía pudiera quitar capas y desnudarnos de alguna manera. Exponernos. Y no te cuento si además la publicas en un foro público.
En estos retos, por si no los conocéis, recibes las instrucciones en un correo electrónico por la mañana. O la noche anterior. A partir de ese momento es curioso cómo el cerebro se activa buscando una solución al reto. Indagando sobre cómo transmitir ese mensaje a través de una imagen. Y más en un mes como febrero, con poco espacio entre rutinas.
Una de las fotografías consistía en mostrarnos de espaldas. Una de las chicas que participa en el reto explicó los trucos que había utilizado para esconder su espalda, a la que calificó como “de señora”. (Os animo a leer la newsletter de
). Entendí a la perfección lo que quería decir.Recuerdo que hace unos años, no muchos, alguien me hizo una fotografía de espaldas mientras yo miraba al mar sentada en la orilla con mis hijas. Cuando vi la foto de ese momento idílico, vi a una persona que no era yo. Con una espalda “de señora” que nunca habría reconocido como mía. (De hecho, renegué un poco de ella).
Uno de los temas de este reto me tocó especialmente. En el chat que compartíamos había experiencias que, según describían, “removían”. Por distintas razones. En mi caso, me ocurrió el día en que teníamos que coger una foto de nuestra infancia, o de otra época, y posar con ella. Yo seleccioné una de cuando era pequeña y elegí la doble exposición para el reto. Juntar el pasado y el presente. Reconozco que se me saltaban las lágrimas y que me emocioné pensando en todo el recorrido y en las personas que ya no están aquí conmigo.
Otra de las participantes comentó que afrontaba el reto como un puente para volver a reencontrarse porque no se reconocía tras la maternidad. Puede parecer algo dramático así contado, pero también me sentí totalmente identificada.
Quizás es que nos quedamos ancladas en una imagen por la que no pasa el tiempo. Y seguimos fantaseando con que tenemos el cuerpo de aquellos años. La misma piel y el mismo aspecto.
El caso es que este reto me ha servido para reconocerme, para reencontrarme. Para mirarme, también, con unos ojos más amables. Aunque sigan sin gustarme algunas cosas que veo. Y aunque cueste horrores exponerse y, peor todavía, compararse.
Porque todas esas espaldas son nuestras. La tersa y musculada de la juventud y esta de ahora, que presenta una curva y unas redondeces que no reconocemos. Porque sea cual sea nuestro aspecto en un día concreto, seguimos siendo nosotras, con nuestros talentos y nuestras inseguridades. (Además, muchas veces esos pequeños defectos solo los ve nuestro ojo más crítico).
Para mí los retos fotográficos han sido un descubrimiento. Una manera de activar una creatividad que buena parte del tiempo hiberna. Una forma de focalizar la atención en un objetivo concreto. Una manera de crear algo bonito, o algo que me haga sentir alguna emoción. Es curioso cómo los días se transforman en algo diferente solo por el hecho de tener un aliciente, un detalle, una iniciativa que te mueve y te ilusiona.
También sirve para el autoconocimiento o el autodescubrimiento, según se mire, porque te obliga a hacerte preguntas. A seleccionar qué momento del día te gusta, cómo te sientes más segura, qué objeto llevarías a un determinado lugar o qué actividad es que la más asocias a la felicidad.
No deberíamos dejar pasar la oportunidad de embarcarnos en proyectos que nos toquen de alguna manera y más aún si nos hacen quitarnos capas y reconocernos un poco más, echando por tierra unas barreras que normalmente nos coartan y nos frenan. Unos retos en los que además tenemos la oportunidad de encontrar a personas que sienten o se emocionan tanto como nosotras. Y con las que vale la pena compartir la experiencia.
El reto de
(mil gracias, Victoria) ha sido un regalo y un viaje.Recomendable.
Os dejo alguna foto de este recorrido.
Pd. En el momento que escribo esto es mi cumpleaños. Lo estoy celebrando desde primera hora de la mañana. Porque debemos celebrar todos los días. Y agradecer mucho.
Así que gracias por acompañarme en este viaje.
Un abrazo y feliz semana.
Qué bonito reto. Feliz cumpleaños
Me encanta todo Isabel, cómo lo cuentas y cómo nos lo dejas ver. Además …feliz cumpleaños con retraso!!! Celebrar la vida es obligatorio!!😘😘