Recuerdo la primera vez que fui a Ikea. En Badalona creo, hace más de 20 años. Y las veces que fui después en distintas localidades (Zaragoza, Murcia) antes de que abrieran tienda en Valencia.
Sé que hay personas a las que le repele. A mí logran convencerme de esa idea de casas vividas, donde los críos pueden jugar sin que los adultos se enfaden, donde la convivencia es más importante que el orden o la limpieza. Una idea que logra pellizcarme. Un lugar (cerebral o emocional) en el que me gustaría quedarme.
Me gusta la ilusión de un carro llenos de cosas para bebés, los primeros pasos de una habitación, el germen de un nuevo hogar, o los pequeños detalles cuando quieres hacer cambios en tu entorno.
Últimamente me fijo mucho en padres y madres con niños pequeños. Veo su arrojo, su decisión, su valentía, su ilusión. Apuestan al 10. Y van con todo. Y crean un mundo alternativo de ilusión y magia alrededor de sus hijos. Lo puedes comprobar en su máximo esplendor en Navidad. O en visitas a la mencionada tienda… Y te reconoces en ellos. En un tiempo no muy lejano.
Conforme los niños crecen, aumenta la turbación de los padres. Ya no es un bebé, ya no solo sonríe cuando me ve, sino que muestra también otras emociones. Creo que este es uno de los primeros desconciertos en la vida de madre. En ese paso a nuevas fases, en las que te tienes que ir adaptando, en la que tienes que crecer con ellos, en las que vas descubriendo tus propias inseguridades, su rechazo en ocasiones, y en muchos casos, algunas líneas muy claras.
Y luego viene la preadolescencia. Ese paso a crisálida que encierra un punto de dolor, de pérdida, de renuncia, de miedo tal vez. De total descubrimiento también. Tanto para ellos para como para nosotros.
Y en esa transformación, el brillo de la magia creada con tanto empeño pierde algo de lustre. Y se nos van pegando los trocitos de purpurina en las manos.
Dejamos de ser tan cuidadosos con el misterio. Cometemos pequeños errores en ese mantener los secretos, hacemos algo más de ruido del habitual al envolver los regalos, comentamos en voz alta frases que en otra época solo se decían por telepatía.
La magia se entremezcla, perdedora, con la convivencia y la rutina. Con la razón.
Quizás ese descubrimiento, la constatación de que no existe la magia tal como la habían concebido en todo este tiempo, es el inicio de una nueva fase.
Creo que la máxima es siempre la evolución, la adaptación. No quedarte inmóvil, no anclarte en una idea que ya no te sirve, sino seguir avanzando. ¿Que esta burbuja se nos ha quedado pequeña y ha empezado a perder fuelle? Creamos otra. O trabajamos en ella.
Y construimos juntos una nueva dimensión, con nuevos códigos, con más comunicación quizás, con toneladas de una paciencia diferente.
Con una nueva magia con tintes de realidad.
PD. Mañana dicen que es el día más triste del año. Yo me he propuesto darme un buen paseo por algún barrio bonito y darle un buen bofetón al Blue Monday.
Buenas noches, Isabel. Ahora he podido leerte. Me ha sorprendido leer que hoy es el día más triste del año??? Eso donde lo pone? 🤣🤣🤣🤣 quién lo dice? 🤦🏼♀️
Me ha gustado tu tema de esta semana. La verdad es que la vida pasa más rápido de lo que nos gustaría y no nos damos cuenta de que nuestros hijos crecen, pero que nosotros también lo hacemos con ellos y creo que eso es lo mejor. Siempre nos han enseñado (en mi casa era así)o nos han dado a entender, que los hijos no tienen nada que mostrar, sólo aprender de los padres. Y yo cada día me quedó más alucinada de cómo mis hijos tienen una mirada diferente a la mía, y me sorprende.
Hay que disfrutar cada etapa, aunque no te voy a negar que la adolescencia me da pánico 🤣🤣🤣🤣. Trataré de ir poco a poco. Por suerte aún me quedan unos años todavía ☺️
Un abrazo, Isabel.