Hay lugares que te invitan a soñar. Otros que te acogen y te arropan, en los que tocas mare y te sientes como en casa. Otros, que aún siendo tu casa, te recuerdan un sinfín de obligaciones y tareas. Y los hay también en los que tu cuerpo respira una energía de fiesta y disfrute.
En mi caso, tengo la suerte de contar con una segunda vivienda en la que pasamos los fines de semana y la mayor parte de las vacaciones. Allí, las tareas cotidianas, los horarios, las prisas, toman una nueva dimensión. Allí, el ritmo de toda la familia - tras el preceptivo periodo de descompresión - cambia.
Un lugar en el que nos permitimos pequeñas trasgresiones, donde el menú es diferente, donde los horarios y las rutinas son algo más laxos. Un lugar que hemos construido poco a poco para recibir a las amistades, donde compartimos cama elástica, juguetes de distintas edades y una nevera repleta de bebida fresca.
Mis hijas, cuando están allí, preguntan sin falta si preparan aperitivo. Algo impensable en nuestra casa del día a día.
Esta diversidad de energías la encontramos también en las personas.
Hay personas con las que te relajas, con las que ríes, con las que tu cuerpo fluye. Y la conversación, y la risa y las anécdotas.
Hay personas con las que eres tú misma, con las que no te esfuerzas en absoluto en mantener la compostura y te quitas la coraza. Personas que te aportan, que te hacen reír, con las que te dejas llevar. De las que te alejas con una sonrisa en la cara y el espíritu tranquilo.
Hay otras personas cuya energía te obliga a mantener un perfil bajo, con las que te encoges un poco, con las que es mejor pasar de puntillas, sin hacer demasiado ruido. Personas de temperamento a las que evitas molestar y con las que no compartes demasiado de ti.
Las hay también, más complejas, que requieren cierto nivel de conflicto para vivir. Con ellas tu cuerpo se mantiene alerta, a la defensiva, ante la posibilidad - enorme - de un zasca a destiempo. Personas con las que no te puedes relajar, personas con las que es imposible acertar. Hagas lo que hagas sabes que no acertarás.
En mi caso, he aprendido a leer y percibir energías. Detecto energías, humores, sensibilidades. Y adapto mi comportamiento y mi perfil, si es que puedo, a ello. Recuerdo que una vez se lo comenté a una psicóloga, como si fuera un talento innato. Me miró pelín raro y me desmontó mi teoría del talento. Sabía detectar humores porque me había entrenado desde pequeña para ello.
Sea como fuere, lo detecto.
Vista esta clasificación se podría dar el consejo fácil de evitar a ciertas personas. Pero no siempre podemos elegir a las personas que nos rodean. Podemos dedicar más atención a aquellas que nos hacen sentir bien, podemos esforzarnos en pasar más tiempo con las personas que nos permiten recargar energías, con aquellas que nos llenan la mochila de cosas buenas y nos la vacían de pesos innecesarios.
Y en cuanto a las que no nos aportan tanto, quizás sería más constructivo adecuar nuestras expectativas a la realidad, ser conscientes de lo que cada persona nos puede aportar y no esperar algo diferente. Muchas veces nos empeñamos en esperar que ciertas personas sean diferentes a lo que son. Nos rebelamos contra las personas que no nos aceptan tal y como somos pero muchas veces repetimos ese mismo patrón.
Tengo la teoría de que en la vida nos topamos con personas que nos enseñan cosas. A superarnos, a decir que no, a no tolerar determinados comportamientos.
Siempre se puede aprender algo, aunque sea lo que no quieres en tu vida.
Doy Fe de tu talento para leer a la gente y sus energías...dijera lo que dijera la psicóloga
Me siento tan identificada.... 💞