Amanece lentamente.
Un cielo apagado da paso a un gris más claro que se torna en un rosa amoratado. Los sonidos se acentúan. Me asombra siempre cómo gira el mundo, independientemente de lo que hagamos. Tanto si estamos en una carrera ansiosa por conseguir algo como si dormimos plácidamente, el tiempo sigue su marcha. Amanece a su hora. La vida continúa.
Vamos surcando etapas. Momentos de máximo estrés, de absurda ansiedad, combinados con otros de calma, de quietud incluso excesiva. Altos y bajos, como una montaña rusa que se pone en marcha, que se aquieta, que nos deja tirados sin poderla alcanzar, o que no llega a arrancar cuando el cuerpo nos pide velocidad.
A veces perdemos el paso. En otras ocasiones nos sentimos fuera del sendero. Es extraño que no nos habituemos. Descentre más a menudo que centro. Desorientación más a menudo que concentración, foco, atención.
La ilusión se esconde. Esquiva, juguetona. Hay días en que no consigues encontrarla. Otros, de pronto, aparece como una pequeña chispa tras una idea, una imagen, una reflexión. Creatividad que surge de una chispa tras el detalle más inesperado. Vamos de proyecto en proyecto, de posta en posta, como hormiguitas que necesitan organizarse y tener un plan.
Ilusión que impulsa, que sostiene, que hace crecer.
Ilusión que hace mirar hacia adelante con otra mirada.
El mar está en calma. Las olas, diminutas y lentas, llegan a la orilla como pequeñas promesas. Paseo por la orilla. El sol no quema. Desvaídas nubes dan al día un tono más apagado.
Observo el agua, transparente. Algunos pececillos se acercan a la orilla buscando tesoros. Yo busco los míos en forma de inspiración, de creatividad, de pensamientos. Ideas que saltan en mi cerebro cual ardillas, una tras otra. Difícil atraparlas a veces.
El murmullo de las olas me acompaña. Y el silencio. Y la calma.
¿Qué quiero? ¿Qué necesito? Es la pregunta que se supone me tengo que hacer cuando escribo por las mañanas.
Una de las respuestas es no tambalearme. No dudar.
A veces soy como un barco que naufraga. Solo un pensamiento, una duda, un temor, una crítica, y mi seguridad se tambalea.
Soy un castillo de naipes.
Soy una sequoia con los pies de barro.
Pd: No siempre tenemos el mejor día o la mejor semana. Aún así, todo pasa. Solo hace falta levantar un poco la vista, elevar el dron y ver las cosas con perspectiva.
A veces también nos podemos permitir un bajón.
Luego solo hay que volver a subir.
Cual cometa.
Feliz semana.
Frame-in-frame… love it!