Una ligera presión en el pecho, respiraciones imperceptibles, mirada al suelo. Aunque levante la cabeza no fijo la vista en nada en concreto. El ambiente es gris, metálico, oscuro. Algunas lunes rojas, sonidos atenuados, movimientos erráticos.
Observo a mi alrededor. Me siento diferente. Algo ha cambiado. Me doy cuenta de pronto de que he dejado de ir en bici, que hace días que no respiro, que todo es distinto. Siento el pecho tenso, como un bloque.
Soy la misma pero menos yo.
No siento esa chispa que me hacía andar de puntillas.
No siento.
Me muevo como una autómata, intentando llenar los huecos, peleando por llegar a todo. No consiguiendo nada.
Estrés. Sobrecarga. Saturación.
Como un salmonete fuera del agua. Sin aire. Sin ilusión.
El trabajo se acumula. Las tareas se amontonan. La mente se sobrecarga.
Visión de túnel. Mi cuerpo se prepara para pelear o para huir o para encontrar soluciones a pequeños problemas que aparecen día a día.
Hace años hice prácticas de periodismo gracias a una beca. Conservo grandes amistades de esa época y grandes recuerdos. Había varias personalidades que nos aterraban. Ahora nos reímos recordando esos momentos. Personas que tenían la capacidad de hacernos entrar en esa visión de túnel con tan solo una llamada. Sonaba el teléfono, recibías la instrucción y tu cuerpo, bloqueado, se centraba solamente en hacer exactamente eso que te habían pedido y en el menor tiempo posible. Nada de asertividad. Puro pánico.
Si pienso en mi yo prehistórico me imagino huyendo de algo, sin mucho tiempo para pararme a mirar las florecillas del camino. Y supongo que ahí está el origen de nuestra actitud. Abajo la creatividad, fuera florituras, vamos al lío. Soluciona el problema. Enfréntalo o huye.
Cuando la mente se bloquea, las más mínimas operaciones cuestan. Una simple conversación con mis hijas, el intento de organizar una comida, el día a día…
La voz de la cantante de jazz coreana Youn Sun Nah de la mano de Máximo Pradera en Julia en la Onda me saca de mi ensimismamiento. De mi apatía.
Una chispa de pronto. Una voz que despierta mi sensibilidad.
-Ey, no te pierdas. Vuelve - me dice.
Personas a las que sigo y me inspiran defienden que hay valores y rutinas que deben ser inamovibles en tu día a día. Que debes mantenerlas pase lo que pase. Esas pequeñas cosas que te hacen feliz. Pequeños detalles que marcan la diferencia entre un día o una semana gris o un día o semana llevaderos, con sus baches y con sus recompensas, con sus colores, sabores y con sus pequeños momentos de risa.
Pelearemos por ello.
Imposible olvidar ese túnel de la beca que recuerdas...era negro y el latido se paraba....solo volvías a respirar cuando habías resuelto lo que se te pedía....