Una iglesia medio llena. Paredes blancas, miradas tristes, ojos vibrantes. Una despedida que se queda corta, una homilía tal vez demasiado fría, un espacio que no llega a albergar todos los abrazos, todos los deseos, todos los recuerdos, toda la emoción contenida.
En nuestras mentes, recuerdos vividos con esa persona. Su carcajada, sus ojillos risueños, sus ganas de vivir, su cara regordeta, su figura también redonda. Qué bonito recordar así a una persona. Por sus ganas de vivir, por sus ansias de viajar, por sus bromas, por su generosidad. Por su manera de exprimir la vida.
Hace unos días leía la newsletter de
en la que hablaba de todo lo que no seremos. Todas las vidas que podíamos haber tenido y no tuvimos. Todas las experiencias que quisimos vivir y no vivimos. Todo lo que parecía destinado para nosotras y que, por un desvío del destino o de la voluntad, nunca fue y seguramente nunca será.¿Qué pasa con las vidas que soñamos?
¿Dónde se van las vidas que no se viven?
E imaginé por un momento que tal vez las personas que se marchan sigan viviendo sus vidas de ahora, estas que conocemos y que han compartido con nosotros, en nuestros corazones. Y quizás, solo quizás, empiecen a vivir todas esas otras vidas allí donde estén.
Sueños y vidas hechas de aire, de alma y de estrellas.
Nubes hechas de risa, ilusión y sueños.
Tal vez yo podría ser primero gimnasta y después nadadora. Y tenista. Algo que no cataré en esta vida de ahora. Y también seré de la Unidad Militar de Emergencias, sí, sí, eso también quiero probarlo. Quizás viva en el extranjero en esa otra vida, en una casa con vistas, en un idioma diferente, con una banda sonora distinta.
Sueños tan fuertes que nuestro cerebro llegó a creer reales. Experiencias recreadas una y otra vez en nuestra mente.
Por momentos he imaginado a las personas que se marcharon viviendo todos esas vidas soñadas, exprimiendo de nuevo esas ganas infinitas de vivir en mil vidas diferentes.
Sé que no es muy inteligente esperar a otra vida para vivir esa otra vida soñada. Que lo ideal es vivir lo más cerca posible del sueño en este aquí y ahora. Conjurar a los dioses, a la luna llena, a tu visión, y hacer poco a poco realidad aquello que persigues. Apostar por este presente. Y seguir soñando, y seguir haciendo planes, y continuar bailando y brincando.
Para que cuando baje el telón hayamos vivido ilusiones y sueños.
Para que cuando baje el telón nos recuerden con una gran sonrisa.
PD: Este texto está inspirado en Encarna, que seguro está viajando ahora mismo, con una gran sonrisa. Te mando un fuerte abrazo.
Hermoso texto Isabel. El viaje. Cómo queremos ser recordados cuando baje el telón?. Me ha tocado estar lejos de gente querida que se ha ido pero fue tan bonita la vida con ellos que a pesar de la tristeza los tengo muy cerquita. La vida me ha cambiado en los últimos años y ahora, aunque igual sigo preocupada por muchas cosas, me ocupo más de vivir y de vivir lo que me quiero llevar y de dejar en vida todo aquello por lo que deseo ser recordada. Dejando mi estela sembrada en todos aquellos a quienes amo y a los que tenga la dicha de conocer. Hermoso y salud por Encarna que ha sido tan bellamente recordada
Qué preciosidad de texto y qué gran homenaje para Encarna. Yo también quiero creer que quien se va solo elige otra forma de vida. Más soñada. Me encantó Isabel!