Como una bandada de estorninos
No despreciemos las pequeñas cosas, los pequeños detalles. Muchas veces marcan la diferencia.
Una bandada de estorninos dibuja remolinos en el aire. Se mueven de forma acompasada, creando su propia melodía en el cielo. Ajenos totalmente a los humanos. Con su particular banda sonora. En algunos momentos se juntan creando una sombra más densa. En otros, la enorme silueta se estira como un chicle aéreo. Y se eleva, y se retuerce, y se desliza en un baile hipnótico.
¿Cuál de esos pájaros toma la iniciativa y vuela el primero? ¿Por qué le siguen los demás? ¿Cómo saben qué sitio ocupar? ¿Qué pájaro sale en último lugar?
Observa la bandada. ¿Con cuál te identificas? ¿Con el que se deja llevar? ¿Con el que lleva la batuta? ¿Con el que no sabe ni por qué vuela? (Suponiendo que haya algún pájaro en esa situación).
Creo que todas y todos jugamos diferentes roles en las distintas fases de nuestra vida. Que hay momentos y situaciones en los que lideramos. Y otros en los que nos dejamos llevar.
Que tan importante es el que toma las riendas como el último en emprender el vuelo. Sin ellos no habría bandada. Sin el conjunto, no existiría melodía ni coreografía.
En ocasiones tendemos a pensar que nuestra existencia no tiene mucho impacto en los demás. Que lo que hacemos, nuestro trabajo, nuestro devenir, no contribuye en nada a mejorar nuestro entorno. Que tal vez pasemos por esta tierra sin haber contribuido a mejorar la sociedad, o sin dejar al menos una pequeña huella. (Ese pensamiento me ha martilleado en más de una ocasión.)
Creo firmemente que cada uno de nosotros tenemos la capacidad de impactar en la vida de los demás. A veces con una sonrisa, una palabra amable, una escucha consciente, un estar ahí, tal vez incluso con un no dar por saco en un momento delicado. Tal vez solo por existir. Quizás incluso con nuestras pequeñas rutinas de cada día.
Esta newsletter cumplió un año el pasado mes de diciembre. Lo sé, lo sé. Llego tarde. Empecé con unos 15 amigos a los que avisé días antes. No sabía muy bien si la podría mantener. No sabía si sería capaz de expresar lo que quería o conectar con alguien a través de ella. Sentí un vértigo terrible tras el primer envío.
Poco a poco, personas como tú se han ido sumando al proyecto. Como una pequeña bandada de estorninos. Como pequeñas gotas en un arroyo. Unos más activos, otros más callados. Todos necesarios.
Una amiga me preguntó cómo podía sacar el tiempo para escribir en esta loca rutina que hemos construido. En ese momento la respuesta, de tan obvia, se transformó en mi boca en una sonrisa.
Porque me gusta, porque me hace sentir bien, porque tengo mi propia voz. Porque tengo un compromiso. Con personas a las que voy conociendo a través de sus mensajes. Con una presencia cálida y mullida tras la pantalla.
Y es que gracias a vosotros y vosotras, con tan solo el gesto de suscribiros, leer cuando podéis, comentar… estáis cambiando mi historia.
Porque seas el que primero emprende el vuelo, seas el que se deja llevar, sigues teniendo impacto. Sigues siendo importante.
No despreciemos las pequeñas cosas, los pequeños detalles. Muchas veces marcan la diferencia.
Gracias por estar ahí y acompañarme en este trayecto.
Feliz semana.
PD: Cuando he escrito estáis cambiando mi historia, he sentido la tentación de calificarla como pequeña, humilde… pero es mía, qué carajo.
Un año después la sensación de vértigo es la misma, pero oye, me gusta.
Gracias de nuevo.
Maravillosas todas las analogías que empleas. Nuestra evolución. De empezar con algo con miedo pero aun así seguir adelante para evitar caer en la no expresión de las ideas. Felicidades por tu año y que sigan...
¡Enhorabuena y a por más años de hacer lo que te gusta, inspirando alrededor! ¡Gracias por tu tiempo y tu mirada, Isabel!