A veces lo que tienes no es lo que esperas. En ocasiones, lo esperable no es lo que ansías. Hay días en que lo que todo el mundo quiere, lo que está genial en teoría, no te llena.
Y haces la lista de los pros y los contras; y repasas una y otra vez qué es lo que falla. Y miras alrededor para buscar pistas. Para saber cómo hacen los demás, cómo se consigue no aspirar al 10, al 11 o al 12. O cuál es la línea que separa la cordura del capricho.
Hay días en que tu cuerpo te habla. Y te señala detalles que chirrían. Un vaso medio lleno o medio vacío. O quizás lleno de un líquido que ahora parece diferente.
Es posible que no haya cambiado nada; que solo se trate del cristal con que miras. Quizás es una visión pasajera. Tal vez se deba a un estado de ánimo. O, mejor, quizás se pueda cambiar el líquido que llena el vaso, darle unas vueltas, añadir o quitar algún ingrediente. Como un pequeño cóctel.
Hay días en que sientes que la coraza que te rodea ya no es la tuya, como la piel de una serpiente que se cae a pedazos, un poco reseca, un poco deshecha, un tanto acartonada. Y te ves el cuerpo cubierto de un color a retales, con pequeños agujeros que enseñan una nueva piel. Y te descubres un poco diferente. Un poco más tú en una etapa distinta.
He disfrutado durante varios meses de una formación en la que se hablaba de reinvención, de cambios, de transformación. Acompañada por cientos de mujeres buscando respuestas, haciéndose preguntas, compartiendo inquietudes. Tal vez no se trata de darle la vuelta al calcetín (o sí); quizás no hay que cambiarlo todo, (o sí), sino dar pequeñas pasos en una nueva dirección.
Adoptar nuevos hábitos, incorporar otras acciones. Encontrar una vía para seguir creciendo, seguir modulando nuestro camino, seguir buscando lo que a cada una le satisfaga.
Porque quizás hemos pensado durante mucho tiempo que el camino ya estaba trazado, que todas las decisiones estaban tomadas, que ya estaba todo claro, que solo había que seguir la línea recta. Pero resulta que no sabemos conducir en recto; que tendemos a las curvas, a los altos y a los bajos.
Quizás la solución consista en seguir avanzando, adaptar el cuerpo, la mente y lo que nos rodea a ese nuevo yo cambiante. Malear el plan, darle curvas, picos, suavizar aristas; conseguir una forma diferente para que vuelva a ser un reflejo nuestro, para que nos vuelva a servir como proyecto.
Reajustar, evolucionar y seguir creciendo.
Me has despertado primero una emoción de tristeza (?) de eso que no basta, de esa piel que muda, de eso que dejamos atrás…Y luego la emoción (como la piel) transmutó en inquietud y entusiasmo por ver qué podemos construir de ahora en más…como dices con tanta sensibilidad: cuestionando, preguntando y caminando!
Keep moving!
Un abrazo
Claudia
Gracias, Claudia. Creo que darnos cuenta de ese 'no basta' es una oportunidad para crecer, para evolucionar o para hacer pequeños cambios que nos hagan sentir mejor.
Gracias por tu comentario.